Antes, hace un mes era un ser sin ganas de vivir la vida. Lo hacía, es cierto pero en realidad sólo lo hacía porque debía hacerlo, porque no tenía el valor de acabar con ella y porque a decir verdad nada me motivaba en serio. Estudio algo que me gusta es cierto, pero todo en mi vida se volvía monótono y tedioso. Nada de lo que pudiese hacer cambiaba esa realidad. El amor de mis amigos se volvía siempre insuficiente y pese a que disfrutaba de su preciada compañía nada llenaba ese vacío que sentía en mi pecho.
Un día, una silueta pareció frente a mis ojos como un ángel sacada de las pinturas renacentistas de las catedrales barrocas pintadas por artistas dotados de un talento digno de ser envidiado. La silueta era de un muchacho alto, delgado, de tez morena y con una sonrisa que resplandecía en la oscuridad de mi mente. Es verdad mi actos eran serenos y algo distantes, pero este muchacho poco a poco comenzó a adentrarse en la oscura y densa selva de mi corazón. A cortar esas enredaderas de miedos y preocupaciones. A llenar esa copa de desesperanza con sueños y alegrías. Con su mirada me dijo que la vida merecía ser vivida, que no hay un mundo oscuro y que mi noche (la cual adoro) no debía ser tan oscura, que podía caminar bajo la luz de la luna y que si me daba miedo aun, él me llevaría de la mano.
Robó mi corazón, tomó mi alma y la secuestro, dejándola cautiva junto con la suya. En la mejor compañía que esta podría estar. Ahora toma de mi mano y mi cuerpo se estremece haciendo que mi corazón palpite a tan fuerte que siento que se desboca. Con sus abrazos, me toma y me hace sentir como un niño pequeño en los brazos de su madre, protegido y cálido. Como si nada ni nadie pudiesen dañarme y sus besos hacen que pierda el aliento y hacen aparecer esos suspiros que me hacen hiperventilar de sobremanera.
Lo malo, es que junto con esos encuentros existe también un hasta luego. Mis caminos a casa se vuelven largos y tristes y el solo hecho de decir “nos vemos” se vuelve una proeza. En las noches abrazo mi almohada fingiendo que es su pecho para así poder conciliar el sueño. Pero siempre me apego a la idea de que existe el mañana y así sólo pienso que no queda mucho para volver a verlo, abrazarlo, besarlo y descansar entre sus brazos.
Así fue como mi vida dio un giro de 360º. Ahora camino de la mano junto a quien me salvó de la oscuridad y el pesimismo de mi mente y me mostró que la vida vale la pena ser vivida y que juntos lograríamos cumplir nuestros sueños.
Te Amo