Cada día, cada vez que recuerdo tu rostro, tú nombre y los momentos de tu vida junto a mí y las historias que cada cual compartía con el otro.
Cada vez que intento en pensar en otra cosa más quisiera que estuvieras a mi lado y apoyarme en tu hombro y decirte lo mucho que me haces falta, aun así debo tragarme esas malditas ganas de llorar por tu ausencia de mi vida cercana, a excepción de cuando esto se vuelve insoportable y no puedo contener las lagrimas, y me abrazo a tu recuerdo reflejado en mi almohada. Lloro y sigo recordando los bellos momentos que pasamos juntos y pienso que algún día te volveré a ver, frente a frente, para poder abrazarte y decirte a la cara lo mucho que te quiero y la falta que me hiciste durante tanto tiempo.
Nadie me conoce como tu por que a nadie le he abierto mi corazón más que a ti, por que has sido el único capaz de indagar en mi hasta el punto de conocer mi ser más profundo, por que hiciste en mi lo que siempre he hecho con los demás y que muy pocas personas han hecho con migo. Por que te recuerdo y pienso en lo que me ha arrebatado la vida, en lo que han alejado de mi lado como si fuera un castigo del Dios al cual ahora no sirvo, del cual me canse de ser una pieza de su tablero de ajedrez divino.
Y más te recuerdo y más falta me haces, por lo menos para decirme que me pasa. Por que te extraño tanto. O por lo menos para abrazarme y decirme “Aquí estoy”… pero sé que eso no pasará y me auto-convenzo de lo que ahora digo y aun así quiero golpearme por pensar en olvidarte.
Este es el verdadero valor que le entrego a la amistad. Esto es lo que en realidad siento por tu ausencia… un vacío enorme en mi corazón y nadie más puede llenar más que tú.
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