
Dejé que se deleitara con mis labios, ¿Qué más podía hacer? No tenía el ánimo, la fuerza y la lucidez necesarios para decirle que parara. Solo le respondí el primer suave e íntimo beso amistoso. El resto, solo me quedé quieto mientras disfrutaba de mí, mientras acariciaba mi pecho y lo besaba, por más que trató no logró abrir mi boca para sumergir su lengua en mi, solo logró entreabrir mis labios y mordisquearlos. Confieso, que llegado un momento me sentí tentado a responder sus besos y caricias, de cierta forma quería que alguien me acariciara y besara de esa forma, pero no era la persona idónea para eso. Me sentí un arlequín, un muñeco que saciaba sus bajos instintos.
Me sentí vulnerable y protegido en sus brazos, me sentía corrompido y libre, ¿Y qué mas da?, ¿Quién podría condenarme por lo que deje que pasara?, ¡Me quería!, ¡Me tuvo! No de la forma en que hubiera querido, pero ¡Que diablos! Yo quería sentirme querido de una forma más carnal, y deje que me diera ese cariño aunque no respondí, y nadie puede juzgarme, ¡nadie!
Pero no dejo de mortificarme por eso, debí hacer algo en vez de hacer nada, pero ¿Por qué no otra persona? ¿Por qué no solo un abrazo y ya?, Es que acaso soy el único que disfruta con un simple abrazo. ¡Maldición! ¡Maldición! ¡Mil veces maldición!
Ahora solo quiero dormir y olvidar, dormir y acabar de marchitarme, suave y ligero, dejarme caer el los brazos de mi amado Morfeo.
“Mis actos son tan justamente condenables como tan injustamente invalorados”
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