
Nada de lo que pudiese hacer ahora serviría para aminorar mi culpa. El daño ya está hecho ¡pero es que soy un masoquista! Fui hecho para hacer cosas de las que después me arrepiento.
Anoche, fue una de esas noches de extrema decadencia. Recorrí la vida bohemia de la cuidad que me vio nacer y crecer, buscando un refugio a mi soledad, buscando aunque sea un leve atisbo de ese sentimiento tan esquivo llamado amor. No recuerdo la cuenta de los bares a los que entre y me embriagué solo, sin hablar con nadie y buscando a algún candidato idóneo para suplir la ausencia de esa persona. La cual hace no más de tres horas atrás había visto besando y jurando amor eterno a alguien que no era yo. ¡Como la envidio! Sólo Dios sabe cuanto me gustaría estar en su lugar, disfrutando de sus caricias y saboreando sus besos, tocando esos labios que yo sólo he tenido en mis mejores sueños.
Recorrí muchos lugares de noche caminando solo a través de calles con semblante antiguo como si estuviesen perdidas en el tiempo, es por eso que me agrada tanto ese lugar por su semblante de viejo, es como si recorriera las calles de Paris del siglo XVIII, con la diferencia que sus estancias son ahora dotados de refinados bares con luces de colores, decorados de azul y rojo, colores típicos de lugares de mala muerte, plagado de individuos como yo, que buscan algún reemplazo del amor en una noche de placeres carnales. Por fin, adentrada la noche encontré a un candidato perfecto, con una piel pálida y cabello oscuro que alcanzaba a cubrir algo de su ojo derecho, era hermoso, vestía una camisa negra a rayas blancas y un par de jeans azules ajustados y un par de zapatillas converse de moda.
Antes de tomar la iniciativa, él ya estaba sentado junto a mí con una sonrisa grande y brillante que formaba en sus mejillas unas margaritas de ensueño. No recuerdo las cosas que platicamos sólo recuerdo que antes de que fuera consiente de lo que pasaba ya estábamos en mi cuarto semidesnudos besándonos y tocándonos sus manos recorrían suave y placenteramente mi cuerpo y sus besos eran deliciosos, su aliento de un mezclado de rosas y whisky de alta calidad pasaban de mi boca a mi cuello con suma pasión y destreza. Beso tras beso, caricia tras caricia, todo fue muy fluido como si nos hubiésemos conocido de toda la vida.
Pero para mí nada es felicidad. Son las seis de la mañana, él descansa a mi lado y el fantasma de mi amado no deja de atormentarme. Como desearía que el ángel de hermosas margaritas que descansa junto a mi fuese él, el que ha sido protagonista de mis más dulces y tortuosos sueños. No he podido conciliar el sueño y ahora una lágrima aventurera recorre mi rostro.
1 comentario:
toda la razon, de lo que me decias el otro dia, muy tipo anne rice mmm bueno el estilo, pero obviamente tiene algo muy tuyo, eso no tiene diferencia, lo capte de inmediato, por que te conozco muy bien ... te amo mi gordo y este a sido uno de los escritos que mas me a gustado de todos los que has hecho :)
besotes ! ^^
Publicar un comentario