19.7.10

Palabras normales

La cuidad se ve tan pequeña desde este piso 26. La gran Polis llamada Santiago parece una miniatura desde esta altura.
El sonido de los autos y los buses parecen lejanos desde aquí. El viento, este viento sopla de manera formidable. Ah, que ganas me dan de abrir mis brazos y alzarme al vuelo, dejarme llevar por le viento llegar a lugares donde jamás imaginé estar.
Esos lugares que sólo visitamos en sueños. Los sueños que dejamos de lado hace ya mucho tiempo y que de vez en cuando se asoman traviesos y curiosos a nuestra memoria causando que una lágrima melancólica corra por nuestra mejilla.
Ah, esos sueños de antaño. Esos viajes sin fin a mundos de fantasía llenos de colores y sueños realizables.
Nostalgia... Las abadías de mi memoria se llenan de recuerdos hermosos que poco a poco pasa el tiempo, pasan a ser dolorosos. Pero no menos felices. Heridas que sanaron al tiempo y me enseñaron a vivir mejor. Esas lecciones de gente grande, esas que se aprenden y aprehenden.
Las caricias de la luna llena me regocijarón en el umbral de la desesperanza. Fueron los brazos de la cordura quienes con su abrazo me hicieron crecer, convertirme en hombre, en amigo, en hijo, en hermano, en compañero y en amante. Si, en amante. Porque sin amarte no soy un hombre, sin amarte no soy persona, sin amarte no soy yo.
Ahora, miro al cielo y los rostros de mis maestros de vida se vienen a mi mente de forma aleatoria. Todos y cada uno y uno en especial. Aquel que vuela ahora a mi lado.

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